Mi viaje al campo de las enfermedades venosas y linfáticas comenzó en la residencia. Pasé mucho tiempo considerando el tipo de impacto que esperaba tener en mis pacientes.
Recuerdo un encuentro revelador con un paciente que había venido a mi clínica quejándose de enrojecimiento e hinchazón de la parte inferior de la pierna que había estado en curso desde que tenía memoria. Aunque estos síntomas habían seguido empeorando con el tiempo, fue enviado desesperadamente de un especialista a otro sin encontrar ninguna respuesta. Un cardiólogo le realizó un ecocardiograma y le dijo "tu corazón se ve bien, solo pon los pies en alto". Otro médico le recomendó que intentara tomar diuréticos, pero esto solo hizo que tuviera que ir al baño con más frecuencia.
Habiéndome conectado con expertos de la industria, me encontré presentando un tema de investigación sobre el cáncer venoso en la conferencia nacional de la American Venous and Lymphatic Society. Fue aquí donde sentí por primera vez el impacto y la autoridad del Center for Vein Restoration (CVR). Entre su red de médicos de primer nivel y la variedad de casos de pacientes, sabía que CVR era el mejor lugar para capacitarme. No pasó mucho tiempo después de que mi esposa y yo nos encontráramos dejando un pequeño pueblo en Ohio y aventurándonos a la animada costa este. La transición cambió la vida.
Al comenzar mi beca, tenía un objetivo en mente: convertirme en un experto en enfermedades de las venas. Sabía que tomar la iniciativa y ser un jugador de equipo era fundamental. Todos en la clínica tenían un papel que desempeñar, y mi trabajo era integrarme y aprender sobre cada proceso, desde el escaneo y el diagnóstico hasta la realización de procedimientos. Mis mañanas solían comenzar con una consulta con un nuevo paciente. Uno de los elementos más importantes de estas consultas fue la ecografía. Una buena exploración aseguraría que mapeáramos todas las venas e identificamos las que estaban causando la enfermedad sintomática. A veces, esto provocó otros hallazgos incidentales, como TVP crónica, ganglios linfáticos reactivos o quistes de panadero, y esto nos ayudaría a crear un diagnóstico diferencial más amplio y adoptar un enfoque más integral del tratamiento.
Los casos más gratificantes fueron aquellos en los que pude restaurar la capacidad de un paciente para caminar y funcionar de forma independiente. El viaje fue desafiante. Tuvimos días largos, venas rebeldes, edema difícil de manejar, pero cada encuentro con un paciente fue extremadamente gratificante.