Es posible que esos cordones sensibles y palpitantes debajo de la piel no sean sólo músculos cansados. Podría tratarse de venas inflamadas, una afección llamada flebitis. Aunque pueda parecer que no es grave, la flebitis puede ser desde molesta hasta preocupante, dependiendo de dónde se produzca y de si involucra coágulos sanguíneos.
Flebitis es el término médico que se utiliza cuando una vena se inflama cerca de la superficie de la piel. Por lo general, la flebitis es causada por un traumatismo en una vena, como el desgarro o la perforación de un vaso sanguíneo debido a la colocación de una vía intravenosa, una cirugía o una extracción de sangre. Los períodos prolongados de inactividad también pueden contribuir a la inflamación, ya que la reducción de las contracciones musculares puede provocar que la sangre se acumule en las venas.
La flebitis superficial afecta a las venas cercanas a la superficie de la piel, mientras que la flebitis venosa profunda afecta a las venas más grandes y prominentes situadas a mayor profundidad en el cuerpo, normalmente en las piernas.
La flebitis venosa profunda supone un mayor riesgo, ya que puede dar lugar a la formación de coágulos sanguíneos y provocar una trombosis venosa profunda (TVP) o embolia pulmonar (EP), que se considera una emergencia médica.
La flebitis superficial suele ser consecuencia de una lesión menor que afecta a las venas cercanas a la superficie de la piel. Si bien generalmente no da lugar a la formación de coágulos sanguíneos, si la flebitis superficial no se trata, la inflamación puede agravarse y causar complicaciones como trombosis venosa profunda o embolia pulmonar.
La flebitis venosa profunda, a menudo situada a mayor profundidad en las piernas, puede desencadenarse por factores como infecciones, traumatismos, un estilo de vida sedentario o la formación de coágulos (tromboflebitis). Aunque la flebitis es una afección común y tratable, descuidar su tratamiento puede tener graves consecuencias y plantear riesgos para la salud en general.
Existen varios factores que pueden contribuir al desarrollo de la flebitis. Las causas más frecuentes incluyen, entre otras:
Lesiones o traumatismos: un traumatismo físico en una vena, por ejemplo durante una cirugía, puede desencadenar una inflamación que provoque la aparición de flebitis.
Infecciones: las infecciones bacterianas pueden invadir las paredes de las venas y provocar inflamación.
Coágulos sanguíneos: los coágulos pueden obstruir el flujo sanguíneo y provocar inflamación en la vena afectada.
Afecciones como la trombosis venosa profunda (TVP) aumentan el riesgo de flebitis.
Irritación química: ciertos medicamentos y soluciones intravenosas pueden irritar la vena, provocando inflamación, lo que es frecuente en pacientes que reciben quimioterapia u otros tratamientos intravenosos.
Otros factores que contribuyen a desarrollar flebitis y otras enfermedades venosas incluyen:
Las várices y la flebitis son afecciones relacionadas, pero una no necesariamente causa la otra. La relación entre várices y flebitis es que las várices crean un entorno en el que el flujo sanguíneo se ve comprometido y aumenta el riesgo de formación de coágulos. Los coágulos sanguíneos pueden desencadenar inflamación y provocar flebitis.
Si se forma un coágulo de sangre en una variz, puede causar irritación e inflamación local, lo que contribuye al desarrollo de flebitis.
Es importante tener en cuenta que no todas las várices provocan flebitis, y que la flebitis puede producirse en cualquier vena, no sólo en las várices. Sin embargo, si tiene varices, debe tener en cuenta el posible aumento del riesgo de flebitis y hablar con su especialista en venas o especialista vascular si presenta cualquier síntoma nuevo, como dolor, enrojecimiento, calor o hinchazón en la pierna afectada.
Reconocer los signos y síntomas de la flebitis es fundamental para el diagnóstico y la intervención oportunos. Aunque los síntomas específicos pueden variar en función del tipo y la gravedad de la flebitis, los síntomas más comunes incluyen, entre otros:
Dolor y sensibilidad: la zona que rodea la vena afectada suele volverse dolorosa y sensible, sobre todo al tocarla o presionarla. El dolor puede variar desde un dolor sordo hasta una sensación más intensa y punzante.
Enrojecimiento y calor: la inflamación aumenta el flujo sanguíneo a la zona afectada, provocando enrojecimiento y calor. La piel sobre la vena inflamada puede verse rojiza o descolorida.
Hinchazón: la hinchazón, también conocida como edema es un síntoma frecuente de la flebitis. La extremidad afectada puede hincharse notablemente, y la ropa o las joyas pueden sentirse más apretadas de lo habitual. Muchas veces la hinchazón se atribuye a una sensación de "pesadez" en las extremidades.
Líneas rojas visibles: la flebitis superficial puede provocar la aparición de rayas rojas y lineales a lo largo de la vena afectada. Las líneas rojas suelen ir acompañadas de sensibilidad y calor.
Vena palpable en forma de cordón: en casos de tromboflebitis venosa profunda se puede palpar una estructura firme en forma de cordón debajo de la piel. Este síntoma indica la presencia de un coágulo de sangre en las venas profundas.
Fiebre: la flebitis puede ir acompañada de síntomas sistémicos, como fiebre y malestar general, sobre todo si hay infección.
Si presenta hinchazón repentina, enrojecimiento, dolor agudo debajo de la rodilla o la pantorrilla, dificultad para respirar o dolores en el pecho con cualquiera de los síntomas anteriores, busque tratamiento médico inmediato, ya que puede estar experimentando una afección médica potencialmente mortal como la trombosis venosa profunda o TVP.
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Para diagnosticar la flebitis, el especialista vascular tendrá que realizar un examen exhaustivo que incluya una historia clínica completa, una exploración física y, en algunos casos, imagenología. El primer paso en el diagnóstico es recabar información sobre sus posibles factores de riesgo, procedimientos médicos recientes y cualquier síntoma que pueda estar presentando.
Durante la exploración física, el especialista vascular buscará signos de inflamación, como enrojecimiento, calor e hinchazón a lo largo de la vena afectada. No olvide informar a su médico si observa cualquier sensibilidad o dolor en la zona de la vena inflamada.
Si bien la flebitis suele ser evidente durante una exploración física, el médico puede solicitar una ecografía dúplex, una técnica de diagnóstico por imagen ampliamente utilizada para visualizar el flujo sanguíneo e identificar coágulos, evaluar la gravedad de la inflamación o buscar otras anomalías en las venas. Este procedimiento no invasivo ayuda a su especialista vascular a tomar decisiones informadas sobre el tratamiento adecuado.
Los objetivos principales del tratamiento de la flebitis son aliviar los síntomas, prevenir que se formen o crezcan coágulos sanguíneos y reducir el riesgo de complicaciones, como la trombosis venosa profunda (TVP) o la embolia pulmonar.
Las opciones de tratamiento incluyen, entre otros, cambios en el estilo de vida, medicamentos y, en algunos casos, procedimientos médicos:
Terapia de compresión: usar medias de compresión ayuda a mejorar el flujo sanguíneo y reduce la hinchazón. La terapia de compresión es especialmente beneficiosa para las personas con flebitis superficial, várices e insuficiencia venosa crónica.
Dieta y ejercicio: el ejercicio de bajo impacto puede ayudar a mejorar la circulación y a reducir el riesgo de formación de coágulos. Hacer ejercicio y elegir alimentos sanos puede ayudar a reducir la recurrencia de la flebitis y también a mantener un peso saludable. Mantenerse activo y tomar decisiones saludables de forma proactiva puede ayudar a prevenir la reaparición de la flebitis.
Elevación: elevar la extremidad afectada puede ayudar a reducir la hinchazón y aliviar los síntomas.
Antiinflamatorios no esteroideos (AINE): su médico puede recomendarle medicamentos como el ibuprofeno o la aspirina para aliviar el dolor y reducir la inflamación. Su especialista vascular le orientará sobre qué tomar y cuándo debe interferir con sus demás medicamentos.
Antibióticos: el médico puede recetar antibióticos si la causa subyacente de la flebitis está asociada a una infección.
Anticoagulantes: si tiene un coágulo de sangre, es posible que su médico le recete medicamentos anticoagulantes, como heparina o warfarina, para prevenir la formación de nuevos coágulos.
Trombectomía: en determinadas situaciones, un profesional médico puede realizar una trombectomía para eliminar un coágulo sanguíneo. Esto es más frecuente en casos de trombosis venosa profunda.
Trombólisis dirigida por catéter: este procedimiento, habitual en casos graves, implica la administración de medicamentos directamente en el coágulo, con el fin de disolverlo.
Tras el tratamiento inicial, las consultas médicas periódicas de seguimiento son esenciales para supervisar su evolución y ajustar el plan de tratamiento si es necesario. Acuda a todas las consultas de seguimiento con su especialista vascular y hágale preguntas. Las modificaciones del estilo de vida como comer sano, mantenerse activo y evitar períodos prolongados de inmovilidad, son fundamentales para prevenir la reaparición de la flebitis. Sea proactivo y pregunte a su especialista vascular cuáles son las mejores prácticas y recomendaciones a largo plazo para mantener un estilo de vida y hábitos saludables.
La flebitis, aunque es frecuente y tratable, no debe ignorarse. Su potencial de complicaciones graves, como la trombosis venosa profunda y la embolia pulmonar, resalta la importancia de un diagnóstico temprano y un tratamiento proactivo.
Al estar informado, ser proactivo e involucrarse en su atención médica, puede tomar el control de su salud vascular y evitar que la flebitis afecte a su vida. Recuerde que la acción temprana marca la diferencia. Así que, escuche a su cuerpo, busque ayuda cuando la necesite y dé prioridad a su salud vascular para estar más sano y feliz.
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